Que en 2012 una película de cine mudo, rodada en blanco y negro, gane cinco Oscars es cuanto menos chocante. Fui a verla con más curiosidad que ganas, a la hora de la siesta, con las expectativas un tanto chatas. Y salí entusiasmado, consciente de haber visto una de aquellas películas que ya para siempre te acompañan. El cine mudo murió alrededor de 1929 por falta de público, ante el auge arrollador del cine sonoro, etc… Pues bien, la gracia es que esto nos lo recuerda, precisamente, una película de cine mudo realizada 80 años después, en plena eclosión del 3D, que ha cosechado un notable éxito de crítica y público. ¿En qué quedamos? ¿Estaba muerto o no?

No nos pase que nuestras vidas se llenen de sonidos y se vacíen de palabras. Como le sucede al protagonista en aquella pesadilla donde todo suena excepto su voz: el golpear del vaso sobre la mesa, el roce de la ropa, la silla al moverse, el estrépito del tocador al caer… mientras el buen hombre se desgañita en vano sin llegar a emitir sonido alguno.

La verdad es que por mucho ruido que meta, el mundo sigue siendo mudo; seguimos siendo nosotros los que, con un buen guión, una buena música y los títulos imprescindibles, le damos a todo esto sentido y podemos hacer que hasta lo que parece irremisiblemente muerto, renazca.

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