Las noticias de esta semana orbitan en torno a los mensajes entre el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y el que fuera su mano derecha en el partido y en el gobierno, José Luis Ábalos. Quien ha pasado de ser protagonista de las páginas de política nacional a un asiduo de las páginas de tribunales y de la prensa rosa.
Debo reconocerme poca claridad en el fondo de las publicaciones, pues al fin y al cabo son trozos extraídos de conversaciones más largas. Aunque evidencian algo de todos sabido: Sánchez y Ábalos tenían una relación de estrecha colaboración y (aventuro, si no es mucho) amistad. Basta con haber vivido en España entre 2016 y 2022 para caer en la cuenta. Así que, quizá por tener memoria, ahora debo reconocerme sorprendido por la ficción de «si te he visto, no me acuerdo» de los últimos meses. Pero ya sea por fortuna o por desgracia, si uno «no se acuerda», la era digital se lo «recuerda».
A un niño que empieza a usar RR.SS. se le suele prevenir de cuidar qué cuelga y con quién habla. Que nunca se sabe. Seguramente, vivir a la ligera y sin darnos tiempo para discernir quién recibe lo que enviamos es una factura que se acaba pagando. Resulta evidente que las consecuencias existen, y echar las culpas a los demás es esquivar la propia responsabilidad.
Quizá podamos aprovechar la «ligereza» de los mensajes del presidente para revisar cómo estamos en las redes sociales, qué niveles de confianza concedemos, y qué revelan del modo como nos relacionamos con los demás. Para poder asumir, claro, la responsabilidad de lo que hacemos y decimos.