¿Por qué te vas?
Y aunque los ya no tan jóvenes, nos repitamos la frase con el ritmo de alguna de las versiones de esta canción, dudo que mi sobrino de ocho años me la dijera con eso de fondo…
«¿Por qué te vas?» a ese lugar que, sin entender mucho a mi corta edad, parece algo peligroso. Sea por los tiburones (mucho más fácil para mi imaginación), o por esos malos de los que habláis sin querer hacerlo.
«¿Por qué te vas?» si te veo con los ojos llenos de lágrimas cuando te despides de nosotros, o de los abuelos, o cuando dices que no volverás hasta que sea más alto.
«¿Por qué te vas?» si aquí puedes trabajar. Si aquí se vive mejor, dado lo que me cuentas de allí. Si te encanta Sevilla, porque no paras de repetirlo.
Esta frase tan simple, dicha ingenuamente por un niño, resuena en mí… «¿por qué me voy?» Si aquí, –y sin dejar de responder a la invitación de Dios–, mi congregación tiene una tarea preciosa, se vive con cierta seguridad, estoy cerca de mi gente, y no les hago sufrir…
Sin embargo, me voy porque, aunque tú todavía no lo entiendas, es Otro quien me lleva. Porque todo lo que se me ha dado es regalo, y no puedo vivir sin ponerlo al servicio de otros… o al menos, intentarlo. Donde Él me quiera hoy… sin heroísmos, sino creyendo que mi vida (y la de cada uno) está en SUS manos.