Hay a veces sucedáneos de vida, de fe, de riesgos, de sueños, que apagan la Vida verdadera que podemos llevar dentro. Hay pequeños tesoros que parecen anunciar respuestas, pero en realidad se terminan convirtiendo en polvo. Hay un afán de emociones, aromas, sentimientos, intensidades, que pueden entretenernos sin dejarnos saborear de verdad los días. Hay ideales que necesitan un poquito de realidad, para no convertir nuestra historia en ficción imposible. Un grito se alza hoy, incontestable… ¡Vive!
¿Qué mentiras puede haber en tu vida?
¿Qué engaños, espejismos, sueños imposibles que tal vez impiden soñar con lo posible?
La sed
¡Tengo sed, sed ardiente! –dije a la maga–, y ella
me ofreció de sus néctares. –¡Eso no: me empalaga!
Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga,
exprimió en una copa clara como una estrella;
y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé. –Es dulce, dulce. ¡Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga!
Vi pasar por los ojos del hada una centella.
Y por un verde valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara corriente de diamante.
–¡Bebe! –dijo–. Yo ardía, mi pecho era una fragua.
Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
¡Oh, frescura! ¡Oh, pureza! ¡Oh, sensación divina!
–Gracias, maga, ¡y bendita la limpidez del agua!
(Delmira Augustini)
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