En una era de voluntarismo, del esfuerzo, de la eficacia… ¿cómo valorar el reposo sin parecer un esteta (o un vago)? Parece que sólo se justifique el descanso si es en relación con haberse agotado antes y con tomar fuerzas para un nuevo asalto de trabajo. Es una curiosa tensión, esta que nos pone entre la actividad y el sosiego, el movimiento trepidante y la quietud gratuita. Un exceso de inactividad nos convierte en haraganes, pero un exceso de esfuerzo nos asemeja a mulas con mucha carga y poco criterio. Conviene valorar el momento de conversación fácil y sencilla; la lectura de un libro que no me dejará huella; el paseo que no va a ninguna parte; la caña con aceitunas y con bromas. La cháchara. La oración sin querer sacar algo de ella; la risa boba; la hora muerta. Porque la eficacia sin gratuidad, la urgencia sin paz o el proyecto sin límites no son los mejores criterios en la vida (aunque, ojo, a la inversa, la gratuidad sin esfuerzo, la paz sin inquietud y los límites sin proyecto tampoco son los mejores asesores).
¿Cuál es tu tiempo 'perdido'?
Juguetes
¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo,
divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota!
Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.
Estoy ocupado haciendo cuentas,
y me paso horas y horas sumando cifras.
Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:
«¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!»
Niño, los bastones y las tortas de barro
ya no me divierten; he olvidado tu arte.
Persigo entretenimientos costosos
y amontono oro y plata.
Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.
Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo
a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición,
y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.
Rabindranath Tagore