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    El valor de la memoria


    Hay días en que miro atrás y descubro que voy acumulando recuerdos. Y si esto pasa cuando uno es joven, qué no será a los ochenta... Supongo que en cierta medida empezamos a ser adultos cuando podemos mirar atrás, y vamos teniendo memorias; empezamos a sentir que hay heridas (unas bien cicatrizadas, otras que aún escuecen); que hay situaciones joviales que, al evocarse, no pueden menos que suscitar una sonrisa; que hay rostros que en algún momento fueron tan cercanos y ahora se desdibujan un poco, pero aún me hacen vibrar. Entonces palabras como gratitud, arrepentimiento, olvido, nostalgia, madurez, historia, empiezan a cobrar sentido...

    Es hermoso este tiempo en el que los recuerdos aún no pesan, pero ya son reales. Es muy hermoso el saber que uno va cargando las maletas con un equipaje que incluye nombres, abrazos, errores, lecciones, perdones, fracasos y éxitos, caricias, opciones, luchas, oraciones, dudas, pequeñas historias que van entretejiendo una historia grande. Es hermoso saber que en mi vida hay todavía tanto por escribir, y al tiempo empieza a haber algo ya escrito, que me convierte en quien soy, una persona única, distinta, especial, con mis virtudes y mis defectos, mis manías y mis encantos, parte de mi mundo grande.

     

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    El valor de la memoria Imagen 1

    «Que se me pegue la lengua al paladar si me olvidara yo de ti» (Salmo 136)

     

    Equipaje

    La vida es tan rápida... Cada cosa, cada imagen, cada palabra, es fugaz, presente, efímera. La moda cambia. Las imágenes se van. Hoy se vende una cosa, y mañana otra. Hoy es actual un personaje que mañana está en el olvido. Por eso es muy importante para cada uno saber qué permanece en su vida: quiénes son «tus gentes», esos nombres que da igual dónde estés, sabes que son parte de ti. Esas personas con quienes te unen vínculos fuertes. Y es importante no olvidar los caminos recorridos; los momentos en los que has sido feliz, sin trabas, sin nubes en el horizonte, los momentos en que has reído con ganas, con franqueza; y los momentos en los que  has llorado, por las cosas que te importaban; es importante aprender de los errores que has cometido, y si has hecho daño a alguien. Las heridas que has infligido y las que te han marcado a ti. Todo eso es parte de ti.

    Dedica un rato tranquilo a recordar o a formular cuál es tu equipaje, tus gentes, tus rostros, tus historias... 

    Y da las gracias a Dios por todas las cosas buenas que han formado parte de tu vida.

    Y detente con calma en los errores, en lo que has hecho mal, si has causado daño... Y pide perdón no con culpabilidad, sino entendiendo que en la vida hay que ir aprendiendo despacio.

    El corazón lleno de nombres

    Al final del camino me dirán:
    ¿Has vivido?
    ¿Has amado?
    Y yo, sin decir nada,
    abriré el corazón lleno de nombres.

     

    Pedro Casaldáliga

     

     

     

     

     

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    El valor de la memoria Imagen 1

    «Así caminarás seguro y tus pies no tropezarán. Al acostarte no tendrás miedo y, acostado, tendrás dulces sueños. No temerás el terror imprevisto, ni la desgracia que sobreviene a los malvados, porque Yahvéh estará a tu lado y librará tus pies de la trampa» (Prov 3, 22-26)

     

    Libertad

    La memoria no ha de ser una losa que nos llene de tristezas o nos ancle en el pasado. Es parte (solo parte) de quien soy hoy. Es comprensible acarrear un poco de nostalgia, si nos recuerda que en nuestra vida ha habido algo bueno, pero no si nos lleva a sumirnos en llanto por lo que ya no está. El pasado está ahí para hacerme fuerte, no inútil. Para hacerme libre, no esclavo. Para darme vida en los momentos de fatiga. Para mostrarme un horizonte que se abre siempre hacia el futuro. Para recordarme que los caminos no se detienen, no todavía. Que los caminos se entrecruzan, se separan, serpentean, y me descubren siempre nuevas sorpresas, nuevos caminantes, obstáculos y recodos, lugares confortables donde descansar, que hay jornadas de cansancio y otras de reposo, que hay tormentas y luego sol. Y allá sigo, caminando, con mi equipaje ligero pero valioso, con tantos nombres que se siguen uniendo al mío.

     

    ¿Qué te hace más fuerte de las cosas que te han pasado?

    ¿Cómo ves tu propio camino? ¿De dónde viene? ¿Hacia dónde va? 

    Y Dios ¿ha acompañado alguna parte de ese camino?

    Camino

    La vida sobre ruedas o a caballo,
    yendo y viniendo de misión cumplida,
    árbol entre los árboles me callo
    y oigo cómo se acerca tu venida.
    Cuando menos Te encuentro, más Te hallo,
    libres los dos de nombre y de medida.
    Dueño del miedo que te doy vasallo,
    vivo de la esperanza de Tu vida.

    Al acecho del reino diferente
    voy amando las cosas y la gente,
    ciudadano de todo y extranjero.
    Y me llama tu paz como un abismo
    mientras cruzo las sombras, guerrillero
    del Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.

     

    Pedro Casaldáliga

     

     
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    ¿Quiénes somos PSJ?

    Pastoralsj es un proyecto vinculado a la Compañía de Jesús. Realizado con la colaboración de un enorme equipo de gentes de Iglesia, buscamos acercarnos, con una mirada y una sensibilidad creyente, al mundo de hoy. Queremos hacer pensar, ayudar a creer, ser críticos, lúcidos y capaces de ofrecer espacios de diálogo y encuentro.

    Con nuestras propuestas intentamos llegar a personas diferentes. Jóvenes y adultos; creyentes convencidos, y buscadores llenos de dudas; gente, en todo caso, inquieta y con ganas de formarse. Queremos ayudar a traducir en imágenes, lenguaje y contextos cotidianos la fe; y también a intuir la huella de Dios detrás de los acontecimientos de cada día. Para eso, ofrecemos reflexiones, artículos y vídeos al hilo de la actualidad; también tenemos un amplio abanico de recursos para la pastoral, oraciones, lecturas, o películas, que permitan trabajar en diversos contextos. Esperamos que todo esto os sirva y ayude.

    Gracias