El pasado fin de semana tuvimos una convivencia para universitarios en Salamanca. Entre las actividades, un pequeño escape room casero que emulaba la estancia en la cárcel de san Ignacio en esta ciudad. La verdad es que yo nunca había participado en una actividad como esta, pero, después de acompañar a mi grupo, me pareció que tiene mucho que ver con nuestra vida, sobre todo en lo tocante a la búsqueda de su sentido y a la pesquisa de la voluntad o el plan de Dios para cada uno de nosotros.
Al entrar en el escape room nos encontramos una habitación normal y corriente, llena de objetos cotidianos que, aparentemente no tenían ninguna relación entre sí. Después nos dieron una pista, que debía ser el pistoletazo de salida para encontrar todas las demás. Sin embargo, durante los primeros momentos, nadie parecía encontrar la relación entre aquello que nos habían dado y el resto de los objetos de la habitación. Quizá por ello, todo el mundo se lanzó de manera caótica y desordenada a tocar cuanto encontraban, a describir la realidad que teníamos delante, a lanzar hipótesis y teorías sobre el porqué de cada objeto… pero, a decir verdad, todo fue bastante inútil. De pronto, uno de los participantes encontró una relación entre la primera pista y uno de los objetos, que fue guiándonos poco a poco hasta la llave con la que finalmente saldríamos de la habitación. Con todo, no fue un recorrido fácil o lineal, puesto que algunas pistas o elecciones acababan llevándonos por caminos equivocados desde los que teníamos que volver a la ruta principal.
Cuando terminamos la actividad, nos dimos cuenta de que, casualmente o no, todo ello tenía mucha relación con nuestra vida y nuestras búsquedas. Muchas veces nos quejamos de que no acabamos de ver ese plan que nos dicen que Dios tiene para nuestra vida. Las pistas iniciales que hemos recibido desde pequeños, aparentemente no cuadran con nada de lo que vivimos o experimentamos. Sin embargo, la realidad es que las piezas que nos faltan, las pistas que debemos seguir, están a veces delante de nosotros, como en el escape room, aunque nuestras prisas y miradas cortas nos impidan verlas. Quizá estemos necesitados de pararnos y alejarnos un poco del primer plano para, desde lejos poder ver todo lo que nos rodea. O tal vez necesitemos pensar un rato, en lugar de actuar sin parar, para tratar de averiguar las relaciones, conexiones y en definitiva el hijo conductor que une todo.
Con todo, creo que existe una diferencia fundamental entre el escape room y la búsqueda de la voluntad de Dios en nuestra vida. Mientras en el primero lo importante es la capacidad de relación y la rapidez. En la segunda, la fría inteligencia, el voluntarismo y la autosuficiencia suelen jugarnos malas pasadas. Es necesario pues dedicar tiempos a la oración y al examen del día, para poder con ellos iluminar aquello que Dios está tratando de decirnos con los acontecimientos y señales que rodean nuestra vida.