Mira esa sonrisa. No es afectada, ficticia ni de circunstancias. No es una sonrisa engañada, ni ingenua. No es tampoco una sonrisa fácil. Es la sonrisa de alguien que ha decidido vivir hasta el último suspiro sin resignarse a la mediocridad, a la desesperación o a la derrota.

Acaba de fallecer en Marbella Pablo Raez. Muchos lo conocimos a través de las redes. Cuando le diagnosticaron leucemia, lejos de venirse abajo, decidió hacer bandera de la causa de la donación de médula. Convirtió su llamada en grito a las conciencias. Quería vivir. Quería sobrevivir. Quería que otros pudieran también encontrar solución para su enfermedad a través de trasplantes que no llegaban porque demasiados no estamos suficientemente concienciados sobre lo útil que podría ser -para salvar vidas- que nuestros datos estén a disposición de los servicios de salud. Su campaña consiguió multiplicar las donaciones. Hace unos meses la gran noticia fue la aparición de un donante compatible para Pablo. (El segundo, tras una primera donación que había fallado). Sin embargo, su organismo también rechazó esa donación. Él mismo lo contó en su cuenta de Facebook. Y seguía invitando a la esperanza, a la vida, a la lucha con pasión.

Hace unos días le entrevistaron en Antena3. Susana Griso. Una conversación en la que hablaba de lo que le estaba ocurriendo. Al final de la entrevista pidió una última palabra. Y le dijo a la presentadora: «Susana, por favor, vete a donar».  Una bofetada a la periodista. Y a todos los que, por mucho eco que nos hagamos de las cosas, aún no hemos dado pasos concretos. Una petición de ayuda y de coherencia. Una llamada urgente. Si no nos movió su lucha, que al menos ahora nos empuje, en su muerte, a actuar; a informarnos y a pensar, en serio, lo que podemos hacer y donar a favor de la vida. 

Con la cantidad de fuerzas que se nos van en luchas vacías.

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