Rogar a Dios por los vivos, pase, porque hay gente que sufre tantísimo por la violencia, por el hambre, por la pérdida del empleo. De hecho, solemos pedir a Dios por los familiares y por los amigos. O no. Eso es una cosa, bien, pero ya lo de rezar a Dios por los difuntos, con tanto como tenemos que rezar pidiendo por nuestras cosas a diario y para agradecer algún bien recibido de vez en cuando, eso ya no nos cuadra mucho… y, sin embargo, la Iglesia lo pide y recomienda…

Y es que quizás hoy más que nunca sea necesaria esta obra de misericordia, porque en el mundo de lo individual y propio, rezar por los demás nos abre el corazón. Y esto es más cierto cuanto mayor es la esperanza que mueve nuestra oración. Porque en el mundo de lo inmediato e intangible, rezar por lo menos evidente, rezar por la salvación de quienes ya dejaron esta vida, significa abrir nuestro corazón a lo más desconocido y confiar en el Amor. Porque una oración que hace memoria de las necesidades de los demás es una oración en la que confiamos a su Corazón los anhelos más íntimos del corazón de las personas. Y no hay anhelo mayor que el disfrutar, cuando llegue el día, del abrazo de nuestro Padre.

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