Exposición del Santísimo y canto
Señor Jesús, en este tiempo de Pascua en que celebramos tu resurrección, has querido llamar a tu siervo el Papa Francisco a seguirte en tu paso de este mundo al Padre. Un día lo llamaste a dejarlo todo y a seguirte y, como a Pedro en el Evangelio, le encargaste que apacentara del rebaño de tus ovejas. Hoy nosotros, agradecidos por el regalo que nos hiciste con su pastoreo, queremos orar por Él y por la Iglesia. Y vamos a hacerlo orando con las palabras con las que el Papa Francisco meditó precisamente la aparición a orillas del lago que escucharemos el próximo domingo. Lo hacemos sintiéndonos en comunión con tantos hermanos nuestros que, en todo el mundo están rezando por el eterno descanso del Papa y también para que tu Espíritu Señor ilumine a los cardenales que deben elegir a quien tú ya tienes en tu corazón. ¡Cristo óyenos! ¡Cristo escúchanos! ¡Cristo guíanos! Amén.
Canto
Del Evangelio según San Juan, 21, 1-19
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: «No.» Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.» Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Él le dice: «Pastorea mis ovejas.» Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
Todo comienza cuando Pedro les dice a los otros discípulos: «Voy a pescar». Algo normal, era un pescador, pero había abandonado este oficio desde que dejó las redes para seguir a Jesús, precisamente a orillas de este mismo lago. Y ahora, mientras el Resucitado se hace esperar, Pedro, tal vez algo desmoralizado, les propone a los otros volver a la vida de antes. Y estos aceptan: «También nosotros vamos contigo». Pero «aquella noche no pescaron nada». También a nosotros nos puede pasar que, por cansancio, desilusión, quizás por pereza, nos olvidemos del Señor y descuidemos las grandes opciones que hemos tomado, para contentarnos con otra cosa (…). Pero al hacer esto nos sentimos desilusionados: era precisamente la desilusión que sentía Pedro, con las redes vacías, como él. Es un camino que te hace retroceder y no te satisface. ¿Qué hace Jesús con Pedro? Vuelve de nuevo a la orilla del lago donde lo había elegido a él, y a Andrés, Santiago y Juan. No hace reproches —Jesús no reprocha, toca el corazón, siempre—, sino que llama a sus discípulos con ternura: «Muchachos» Luego los exhorta, come en el pasado, a echar de nuevo las redes con valentía. Y una vez más las redes se llenan hasta lo inverosímil.
Canto
Cuando en la vida tenemos las redes vacías, no es el momento de autocompadecernos, de divertirnos, de volver a los viejos pasatiempos. Es el momento de ponerse en camino con Jesús, es el momento de hallar el valor de recomenzar, es el momento de navegar mar adentro con Jesús (…). Siempre, ante una desilusión, o ante una vida que ha perdido un poco su sentido, ponte de nuevo en camino con Jesús, reinicia, navega mar adentro. ¡Está esperándote! Y Él piensa solo en ti, en mí, en cada uno de nosotros (…). Hoy Cristo resucitado nos invita a un nuevo impulso, a todos, a cada uno de nosotros, nos invita zambullirnos en el bien sin miedo de perder algo, sin hacer demasiados cálculos, sin esperar a que empiecen los otros. (…). Hoy el Resucitado nos lo pregunta también a nosotros: ¿Me quieres? Porque en la Pascua quiere que resurja también nuestro corazón; porque la fe no es una cuestión de saber, sino de amor. ¿Me quieres?, te pregunta Jesús a ti, a mí, a nosotros, que tenemos las redes vacías y muchas veces tenemos miedo de recomenzar; a ti, a mí, a todos nosotros, que no tenemos el valor de zambullirnos y quizás hemos perdido empuje. ¿Me quieres?, pregunta Jesús. Desde entonces, Pedro dejó de pescar para siempre y se dedicó al servicio de Dios y de los hermanos, hasta entregar su vida. Y nosotros, ¿queremos amar a Jesús?
Canto, bendición, reserva y canto a María
Papa Francisco, Regina Coeli del 1 de mayo de 2022.
Foto: AFP