Exposición del Santísimo y canto

El Apóstol San Pablo dice a los tesalonicenses en su primera carta “hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza”. Este domingo la Iglesia celebra la conmemoración de todos los fieles difuntos.

Señor, hoy ofrecemos nuestra oración por todas las personas que nos han precedido, conocidos y desconocidos, y que ya terminaron su peregrinación por esta vida. Conscientes de que a quienes la certeza de morir nos entristece, también nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque para los que creemos en ti, la vida no termina, sino que se transforma, y al deshacerse esta morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo.

Igual que a los discípulos la noche de la Última Cena hoy nos diriges estas palabras a nosotros que venimos a tu presencia. Señor, auméntanos la fe y la esperanza. Señor, haznos vivir en la caridad, camino en esta tierra hacia el Cielo. 

Canto

Del evangelio según san Lucas (14,1-6):

No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.

La muerte siempre hace tambalear nuestros cimientos. Aunque desde muy pronto sabemos que algún día llegará a nuestra vida o a la de los que nos rodean, nos pasamos la vida evitándola, negándola, rechazándola… Ante su inminente muerte, Jesús pide a los discípulos creer en Dios y en Él. Los anima a vivir el sinsentido que es el fin de la vida terrenal como parte de un sentido mucho mayor e incomprensible: la eternidad.

Dios al hacerse hombre, al compartir nuestra naturaleza humana, no quiso librarse de la muerte. Lo temporal y lo definitivo conviven en Jesús… en nosotros, creados a imagen y semejanza de Dios, también pugnan el tiempo y la eternidad.

Señor, ayúdanos a no desesperar, a comprender las limitaciones y sinsentidos de nuestras vidas desde la eternidad a la que estamos llamados. Señor, ayúdanos a comprender que las vidas de quienes nos han precedido, ya fueran largas o cortas, no han terminado, sino que se encaminan hacia Ti y hacia tu plenitud. 

Canto

Como a tus discípulos, también a nosotros nos inquieta la muerte.  ¿Qué hacer mientras tanto? ¿Merece la pena vivir si todo esto acaba? Frente a esta incertidumbre y, por qué no, desesperanza, las palabras del Señor son claras: vive.

No es una contradicción o una simpleza. Jesús nos invita a gustar la plenitud a la que estamos llamados ya aquí en esta vida, camino hacia la eterna. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Siguiendo sus pasos, su manera de vivir, se va haciendo realidad, en la limitación e imperfección de esta vida, la primera petición del Padrenuestro “venga a nosotros tu Reino”. Viviendo como Él vivió gustamos la vida en toda su autenticidad y esta vida se vuelve vida verdadera cuando hacemos del evangelio nuestra hoja de ruta.

En este último momento damos gracias a Dios por todos nuestros familiares y amigos difuntos que con su manera de vivir nos han mostrado, con sus limitaciones, el camino por donde transitar, la verdad en la que vivir y la vida que merece la pena… y pedimos también al Señor de la vida que los acoja en la morada que tiene preparada para ellos.

Canto, bendición reserva y canto a María