Exposición y canto
Señor Jesús, Buen Pastor que has dado tu vida por mí, tu oveja perdida. Aquí estoy, porque he escuchado tu voz en el silencio de mi corazón y he sentido que tú me llamabas a este redil que es la Iglesia. Aquí estamos, los cristianos de esta comunidad orante que nos hemos sentido convocados por tu presencia en el sacramento de la eucaristía. Tú eres el Buen Pastor que nos apacienta y nos conoce. Tú sabes mucho más que nuestro nombre, puesto que conoces nuestras preocupaciones y nuestros miedos, lo que nos hace acercarnos a ti y lo que nos aleja. Por ello, en el silencio de esta noche te pedimos que avives nuestra fe y nuestro amor hacia ti, para que así podamos caminar con confianza hacia los pastos a los que tú nos llevas, las praderas de nuestra felicidad, a las que, paradójicamente, no siempre queremos ir, aunque sepamos que no hay nada mejor para nosotros. Jesús, Buen Pastor, guíanos y haznos dóciles a tu voz.
Canto
Del Evangelio según San Juan:
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».
Hay veces Señor en las que estoy seguro de haber escuchado tu voz en mi corazón. Tu llamada a hacer algo que me plenifica y me hace feliz. Tu invitación a caminar hacia mi vocación. En esos momentos tengo la certeza de que eres tú quien me llama a seguirte, y siento una valentía que no viene de mis propias fuerzas, sino de la confianza en ti. Una confianza que nace de saber que tú eres el Buen Pastor, que guías a tu rebaño hacia fuentes tranquilas, aunque a veces haya que pasar por cañadas oscuras. Una confianza que brota de la certeza de que tu vara y tu cayado son más fuertes que todos los peligros que pueden asaltar el camino de la vida. Una confianza que tiene su origen en saber que tú estás más empeñado en mi propia felicidad que yo mismo. En esos momentos me siento seguro y te sigo, porque sé que me llamas por mi nombre como a María Magdalena junto al sepulcro, a Mateo en su mesa de impuestos, o a Pablo en el camino a Damasco. Te sigo con confianza e incluso dejo que me subas en tus hombros como a la oveja perdida, o, más bien como hace un padre o una madre con sus hijos pequeños. Y, desde ahí, escuchando tu voz, siguiendo tus pasos, o subido en tus hombros, la vida es más plena y todo, aún las dificultades, tiene sentido.
Canto
Pero hay veces Señor en las que tu voz se entremezcla, distorsiona y confunde con otras voces que, pareciendo ser tú, resultan ser el asalariado o el propio lobo. Estas voces suelen venir cuando me alejo de la oración y vuelvo a la vida cotidiana, o cuando vivo de un modo demasiado mundano y poco cristiano. Es entonces cuando me dejo engañar con facilidad con medias verdades, proyectos y actitudes que son lobos con piel de cordero. Pensamientos con los que me engaño al creer que con ellos voy a ser cristiano sin sufrir, sin tener que abandonar o renunciar a nada, conservando todo lo que tengo o deseo. Tentaciones que me centran en mi egoísmo y que lo alimentan por medio del tono de la sociedad en la que vivo. Y, cuando lo descubro, me doy cuenta de que, me he vuelto a convertir en esa oveja perdida que se encuentra herida en medio de las zarzas y matorrales de la vida, cercada en ocasiones por una manada de lobos. Así soy Señor, una mezcla de fragilidad, confusión soberbia y altivez. En el fondo, una oveja débil que se cree fuerte y que necesita de ti en tantas y tantas ocasiones. A veces porque me he perdido, y otras porque me hace falta tu guía y tu fuerza para recorrer mi camino. Por eso, Señor, de nuevo en esta noche vuelvo a pedirte con todos mis hermanos: Jesús, Buen Pastor, guíanos y haznos dóciles a tu voz.
Canto, bendición y reserva
Canto a María