Exposición del Santísimo y canto

Jesús, amigo y maestro. Aquí venimos porque sentimos que nos has congregado en tu presencia. Somos personas que queremos seguirte al modo de San Ignacio de Loyola. Vibramos buscando ese Magis que tú nos ofreces para nuestra vida. Estando en tu presencia queremos sentirnos más hermanos unos de otros. Deseamos que nos ayudes a encontrar cuál es esa vocación a la que tú nos llamas. Queremos que nos ayudes a preocuparnos por los problemas e injusticias de nuestro mundo y a implicarnos en ellos desde el Evangelio. Jesús, presente aquí en la Eucaristía, en esta noche te pedimos que te hagas presente en nuestras vidas, que hagas arder nuestros corazones y nos ayudes a salir a inflamar el mundo, como fuegos encendidos desde tu fuego.

Canto

Del Evangelio según San Lucas 19, 1-9

Entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Hay muchas cosas en mi vida que me impiden verte Señor. Como Zaqueo, siento que el gentío muchas veces me empuja en una dirección distinta hacia la que tú me invitas a caminar. La presión social y las expectativas que hay sobre mí me impiden ser el cristiano valiente que tú sueñas. El ritmo de mi vida, marcado por propósitos, procrastinaciones, FOMO y medias tintas, no me acaba de permitir tener la vida de oración que necesitaría. Las redes e internet me enredan en dinámicas que no me llenan, pero que me consumen. Pero, en medio de todo ello, en ocasiones como esta adoración siento dentro de mí un deseo de ir a más, de seguirte más, de amarte más, de servirte más. En definitiva, de vivir ese Magis al que nos invita San Ignacio de Loyola.

Canto

Es entonces cuando descubro que tu mirada y tu voz se dirigen hacia mí, llamándome por mi nombre y diciéndome que es necesario que te hospedes en mi casa. ¿Necesario para quién? Necesario para mí. Porque, como le ocurrió a Zaqueo, sólo cuando tú estás dentro descubro que no son mis propósitos, sino tu amor y tu gracia los que me bastan para ponerme en camino. A tu lado, como Zaqueo, me doy cuenta de que cuando entras, mi vida se convierte en una fiesta, puesto que tu presencia me lleva a la conversión. Que la eucaristía y la reconciliación van de la mano. Pues, adorándote me descubro pequeño y pecador, pero reconociendo mis pecados y viviendo de un modo nuevo, me doy cuenta de que contigo puedo ser mucho más de lo que imagino. Por eso Señor, en este momento de adoración te pido que me ayudes a ser consciente de mi pequeñez, a hacer un buen examen de conciencia y reconocer mis pecados, para poder así vivir desde la conversión de aquel que quiere sentirse habitado por tu gracia, siendo tu discípulo en medio del mundo.

Canto

Examen de conciencia

Como Zaqueo, hay cosas y realidades que me impiden ver a Jesús cuando pasa por mi vida:

  • ¿Qué cosas, realidades o personas antepongo a Dios en mi día a día? ¿Hago oración normalmente o procrastino y la dejo de lado? ¿Es Dios el que marca el ritmo de mi vida o soy yo, son mis intereses, los de los demás o los de la sociedad? Sinceramente ¿Qué puesto ocupa Jesús en mi vida y en mis decisiones? ¿Voy a misa los domingos y soy fiel a mis compromisos como cristiano o los cambio por planes “mejores” o más urgentes? ¿Cuido mi vida comunitaria participando en los encuentros o falto a las reuniones con la primera excusa? ¿Doy la cara como cristiano o valoro más mi fama, prestigio o la opinión de los demás?

Como Zaqueo, mi relación con los demás es muchas veces interesada o está rota:

  • ¿Soy agradecido y servicial con mi familia, o exigente y egoísta? ¿Trato bien a las personas que tengo a mi alrededor o tengo a alguien al que machaco directa o indirectamente? ¿Hay alguien con quien no me hablo, no soporto o incluso odio? ¿Me dejo llevar por la crítica y la murmuración? ¿Cómo son mis relaciones con los demás: sanas, egoístas, interesadas, de usar y tirar? ¿Cómo me relaciono con mi pareja a todos los niveles? ¿Soy fiel a mi palabra y a mis compromisos? ¿Digo mentiras o medias verdades para justificarme y quedar bien? ¿Qué uso hago de internet y de las redes sociales? ¿Cómo es mi relación con el dinero?

Como Zaqueo, mi relación conmigo mismo está dañada o viciada:

  • ¿Me quiero a mí mismo? ¿Soy capaz de verme como Dios me ve: como alguien bendecido, con vocación, como una persona especial y única en la Creación? ¿Me cuido como templo de Dios y discípulo que soy o me maltrato por exceso o por defecto? ¿Hago cosas o tomo decisiones que me perjudican a mí mismo, tanto en el plano de la salud como en el del modo de ser, las relaciones etc.?

Como Zaqueo, también llega la salvación hoy a mi casa:

  • Jesús me recuerda que soy más que mi pecado. Estando aquí, en su presencia y al lado de mis hermanos, descubro que también en mi vida es posible la conversión. El Señor me impulsa a levantarme y a confesarle sinceramente mis pecados por mediación del sacerdote. Quiere que experimente la alegría de saber que la salvación ha llegado y está llegando constantemente a mi vida. Me ofrece la oportunidad de cambiar, de comenzar a vivir de otra manera, de ponerle de una vez a Él en el centro de todo mi ser, haber y poseer.

Canto

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a ti.
Para que con tus santos te alame.
Por los siglos de los siglos.
Amén

Canto, bendición, reserva y canto a María

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