Exposición del Santísimo y canto

¡Alégrate! Brilla la luz en la oscuridad, las tinieblas no la vencieron. ¡Alégrate! El bien resplandece luminoso, sobre la inútil oscuridad del mal. ¡Alégrate! La belleza, sutil y elegante, danza sobre los escombros de la fealdad. ¡Alégrate! La verdad canta armónica y solemne frente a las estridencias de la mentira. ¡Alégrate! La justicia, callada y sencilla, sonríe y deja avergonzados a los corruptos. ¡Alégrate! Es tu Señor, el Hijo de Dios, el que viene a poner su morada aquí, junto a ti, junto a mí, entre nosotros. ¡Alégrate! Tu Señor viene encarnado, en el bendito vientre de María, para habitar con nosotros, para sentir con nosotros: Hace suyas nuestras pobrezas y fragilidades; Bendice nuestros sueños y deseos; Acoge nuestras lágrimas y tristezas; Vence nuestros miedos y fantasmas; Ilumina nuestras sombras y oscuridades; Abraza enteramente toda nuestra carne. ¡Alégrate! ¡Asómbrate! ¡Bendice! ¡Agradece! La Promesa está por cumplirse. Mira que la Alianza no padece y la Verdad nunca perece. ¡Es tu Señor! Jesús: pobre, pequeño, frágil. Así como tú, así como yo. ¡Alégrate y siempre agradece!

Genaro Ávila Valencia sj

Canto

De la profecía de Sofonías 3, 14-18

Alégrate, hija de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno. Aquel día se dirá a Jerusalén: “¡No temas!, ¡Sión, no desfallezcas!” El Señor, tu Dios, está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta.

Las lecturas del tercer domingo de Adviento nos invitan a la alegría. Pero no a una alegría cualquiera, de esas que se anuncian comercial y superficialmente estos días. Sino a una alegría que viene del Señor. El profeta Sofonías nos llama a alegrarnos, a gritar y a disfrutar sin temer a ningún mal. Y la razón es sólida y profunda, porque radica en la certeza de que el Señor está en medio de nosotros, ha revocado nuestra sentencia y expulsado a nuestro enemigo. Sí, el Señor al que esperamos está en medio de nosotros. Viene hacia nuestras vidas entre la vorágine de personas con las que tratamos. Está en las vivencias y sentimientos que experimentamos en nuestro interior en forma de paz, alegría, anhelo o desasosiego benéfico. Vive en medio de nuestro mundo y desde Él desea hacer brotar la semilla de su Reino. Porque en Navidad celebraremos que Dios quiso hacerse hombre, y por tanto, inundar todo lo humano con su presencia. Él está en medio de nosotros y espera que preparemos y dispongamos nuestro interior para acogerle. Quiere anidar en lo más profundo de nuestro ser, y crecer allí con fuerza para así expulsar todo lo que no es suyo; lo que nos esclaviza y no nos deja ser libres, porque no pertenece a su reinado. Efectivamente tenemos motivos para alegrarnos, regocijarnos y disfrutar, porque el Señor está en medio de nosotros invitándonos a confiar en Él para no temer mal alguno.

Canto

El Señor está en medio de nosotros, valiente y salvador, alegrándose y gozándose con nosotros al renovarnos con su amor. Dios tiene la valentía de llamar a las puertas de nuestro corazón porque desea salvarnos. Se atreve a mostrarnos con su luz aquellas realidades que nosotros tendemos a esconder en la oscuridad porque no queremos verlas, nos avergüenzan o no queremos cambiarlas. El Señor, con su venida y su habitar en medio de nosotros nos invita también a ser valientes y a abrirle la puerta. A fiarnos de su amor que es más fuerte que nuestras limitaciones y nuestros egoísmos. A mirar el mundo desde el optimismo de quien sabe que no hay nada ni nadie tan viejo o gastado como para no poder ser renovado por su amor. Dios desea salvarnos haciendo nueva nuestra vida, haciéndonos niños de nuevo. Devolviéndonos la inocencia que perdemos o que nos roban. Invitándonos a empezar de nuevo creyendo en que es posible vivir esa nueva vida que Él inauguró con su encarnación y nacimiento. El Señor nos invita a volver a creer en nosotros y en la humanidad. Porque Él así lo ha hizo con su venida en la carne. Y porque desea que nos abramos para que su Palabra pueda encarnarse en nuestros corazones, traspasando así nuestras actitudes e inundando el mundo de la alegría de su presencia. El Señor es un Dios que se alegra con nosotros como en un día de fiesta, porque sabe que todo es posible para los que confían en Él y abren su casa para recibirle.

Canto, bendición, reserva y canto a María

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