Que no, que no estamos hablando de quienes ya han muerto, donde quiera que estén. Estamos hablando de tantos hombres y mujeres que, en sus vidas, aun en momentos puntuales, sienten que su corazón arde con el mensaje del Evangelio. Sienten que el grito de bienaventuranza ilusiona, motiva, empuja y lanza la propia vida a ponerse al servicio del reino de Dios. Sienten que merece la pena arriesgar, arriesgar algo, arriesgar mucho, arriesgar todo, hasta dar la vida si fuera necesario, porque en Jesús la vida ha tenido la última palabra. En las personas que perdonan, que muestran el coraje de vivir sin estar aprisionados en seguridades. En las personas que aman sin pedir nada a cambio. En las personas que creen que es posible el sueño de una humanidad unida, hay semillas del resucitado. En las personas que creen, que aman, que sueñan, que confían, hay semillas del resucitado.
¿Hay alguien en quien intuyas la verdadera Alegría?
¿Hay alguien cuya fe te convenza? Pregúntale dónde ha encontrado la Vida.
Mi confianza
Si un día perdiera
mi calma y mi paz
tú sabrías que hacer,
cómo ayudar.
Si perdiera la fe
tendría en ti
algo en lo que creer.
Pongo mi confianza en ti
tú no me dejarás,
nunca me traicionarás
dos impulsos y un sólo ser.
Haciéndome pensar
que puedo mantenerme en pie
nunca perderé mi confianza en ti
no, nunca perderé mi confianza en ti
Tu aliento me llevó
al abrigo del mar
lejos de la traición
de tanta falsedad.
El tiempo inútil y gris
no inyectará nunca su veneno mortal.
Pongo mi confianza en ti
tú no me dejarás,
y tienes tanto que decir
dos impulsos y un sólo ser.
Haciéndome creer
que puedo mantenerme en pie
nunca perderé mi confianza en ti
no, nunca perderé mi confianza en ti
No, nunca perderé mi confianza en ti,
no, nunca perderé mi confianza en ti,
no, nunca perderé mi confianza en ti,
no, nunca perderé mi confianza en ti
(Luz Casal)
