Victoria

«¡Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!» (1Cor15, 17)

Esto sí que es triunfo… No vamos  a ir haciendo la V con los dedos por la calle, ni dando saltos y abrazando a la gente, pero motivos tendríamos… al descubrir que el canto final de Dios es una sinfonía que llena de música los rincones. Que la lógica del evangelio termina siendo cimiento para construir una humanidad fuerte y fraterna. Victoria, sí, sobre las dudas, sobre las noches oscuras, sobre lo injusto. Victoria del inocente sobre la hipocresía, sobre las imágenes de Dios que deshumanizan; del amor sobre el miedo; del valor sobre la huida; de la vida sobre la muerte, y la alegría profunda sobre la fachada vacía; victoria de la entrega sobre el escape; del abrazo sobre el prejuicio. Victoria. De dar sobre exigir… Hemos ganado… (y en el otro bando no hay muertos).

¿Es el evangelio para ti un mensaje de victoria? ¿de triunfo?

Magnificat

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor

y se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador

porque ha puesto los ojos en la humildad de su sierva.

Desde ahora me llamarán bienaventurada 

todas las generaciones

porque el poderoso ha hecho en mí maravillas

Su nombre es Santo

y su misericordia llega a los que le aman

de generación en generación.

El hace proezas con su brazo 

dispersa a los soberbios de corazón

y enaltece a los humildes

A los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos

Auxilia a Israel, su siervo, 

acordándose de la misericordia

como lo había prometido

en favor de Abraham y su descendencia

por siempre.

 

Lc 1, 46-55