… Probablemente también la vida sería mucho más honda, más plena. Aprendería a mirar con tu ternura a los otros –quizás incluso a quienes me resultan difíciles en el trato. Vibraría con las heridas de quienes se sienten abatidos. Me dolería la angustia del hambriento. Celebraría más las fiestas ajenas. Intuiría el caudal de vida que corre por debajo de cada ser humano. Creería de veras en la gente. Descubriría lo amable en cada persona, que en todos hay algo amable. Encontraría motivos para tender la mano antes que para levantar muros.

¿Cómo ve Dios el mundo que me rodea?
¿Cómo ve a mi familia, mis amigos?
¿Cómo ve los conflictos, problemas, tragedias, noticias, historias en torno?

El milagro

 

Esta mañana te he visto distinto
tu paso era danza
tus gestos, poesía
tus ojos rezaban.

 

Esta mañana la he oído
como nunca antes.
Su murmullo era un canto,
sus protestas, un ruego,
su pregunta, plegaria.

 

Y a él le he entendido
quizás por vez primera.
Su enfado es herida,
su dureza, miedo,
su cinismo, derrota

 

Hoy cada rostro
quería contarme una historia
llamándome desde lo hondo de la Vida.
Todas las voces
confluían en un único cántico
que contaba
las dudas, los lamentos,
las fiestas, las declaraciones
de amor
las noches oscuras
los días claros
las equivocaciones
y los sueños.

 

Y ahora, cuando vuelve la ceguera,
me pregunto quién me abrió los ojos.

 

(José María R. Olaizola)

PastoralSJ
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