Al fin están todos esos otros días en los que hay un poco de todo. Que uno no está en el cielo ni en el infierno, que ni drama ni fiesta, ni carcajada ni sollozo, ni tormenta ni suave brisa. Son los días de rutina, de lo cotidiano. Días en que amas como sabes, en que hay cosas que te duelen (sin doblarte) y otras que te sanan (sin explosiones de júbilo). Días de horario habitual, que aparentemente no dejan mucha huella… pero que también importan, porque en ellos se teje poco a poco la vida.
Y en esos días está bien mantener el humor, la alegría tranquila por lo que uno puede hacer, la gratitud por lo que tienes y la inquietud por lo que anhelas, para ti y para otros. Y los sueños para el mundo, y los pasos posibles. Y está bien no dar demasiado por supuesto a Dios, sino parar un momento y rezarle, en oración silenciosa: «Ven».

¿Qué es para mí lo habitual?

¿En mí? ¿En los otros? ¿En Dios?

 Cuando compre un espejo para el baño

Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos. 

 

(Idea Vilariño)

PastoralSJ
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