El libro de Gloria Fuertes, Antología de poemas y vida
Sinopsis
Gloria Fuertes, tan querida, tan simplificada, tan desconocida, es una verdadera poeta. Quienes hemos bebido con avidez de sus heridas y sus sueños, convertidos en verso, comprendemos que a través de sus ojos el mundo se ve más bonito, más profundo, más real. Esta antología, recopilada con motivo del centenario de su nacimiento, es una oportunidad mágica de zambullirse en su universo.
¿Por qué leer "El libro de Gloria Fuertes, Antología de poemas y vida"?
En el prólogo de esta antología, Jorge Cascante expresa algo que muchos podríamos suscribir: «Siempre que leo sus poemas me entran ganas de escribir, de hacer cosas, aunque los haya leído mil veces. Gloria es un faro encendido en una noche cerrada. Habla del amor, de la guerra, de la soledad, de la fiesta, del suicidio, de los monos y de las monas, del cemento, de una foca que te guiña un ojo. Defiende el amor libre, el pacifismo, el feminismo, el ecologismo, el surrealismo. Todo lo suyo es tan bonito». Se ve a un autor seducido por la escritora. Y esa misma seducción le permite hacer una selección muy personal y al tiempo muy amplia de textos e historia de Gloria. Gloria, mujer libre, creyente libre, espíritu libre en un contexto demasiado encorsetado, es un ejemplo para muchos, también hoy. Sus poemas nos han ayudado a menudo a poner palabra para sentimientos e imágenes que no sabíamos descubrir. Por eso merece tanto la pena adentrarse en estas páginas.
Si añadimos que, además de poemas, hay imágenes, dibujos, retazos de una biografía y vestigios de la mujer, el conjunto es un viaje por el universo de Gloria Fuertes. Un gran homenaje, bien merecido.
Hago versos
Hago versos, señores, hago versos,
pero no me gusta que me llamen poetisa,
me gusta el vino como a los albañiles
y tengo una asistenta que habla sola.
Este mundo resulta divertido,
pasan cosas, señores, que no expongo,
se dan casos, aunque nunca se dan casas
a los pobres que no pueden dar traspaso.
Sigue habiendo solteras con su perro,
sigue habiendo casados con querida,
a los déspotas duros nadie les dice nada,
y leemos que hay muertos y pasamos la hoja,
y nos pisan el cuello y nadie se levanta,
y nos odia la gente y decimos: ¡la vida!
Esto pasa señores y yo debo decirlo.