Es curioso cómo un frase tan sencilla puede generar tal impulso motivacional. No importa lo grande que sea el desafío, tienes en tu interior la capacidad innata para sacarlo adelante, así que ánimo ¡querer es poder! Parece un mensaje simpático e inofensivo, que nos anima a no dejarnos vencer por las adversidades y a confiar en nuestros dones, los cuales muchas veces subestimamos u olvidamos. Es un buen impulso para levantarse del sofá y atreverse a dar ese primer paso que tanto cuesta. Sin embargo, ¿qué pasa después? ¿qué ocurre cuando nos hemos puesto en marcha y descubrimos que la realidad es más compleja? ¿Qué ocurre cuando por mucho que quiera me descubro tropezando una y otra vez sobre la misma piedra?
Los eslóganes están bien para los posts de Instagram pero no por muchos hashtags que pongamos no dejaran de ocultar la complejidad de la vida humana. Porque la experiencia nos muestra que en las cosas más importantes de la vida, aquellas cosas que queremos profundamente, no somos capaces de lograrlas por nuestros propios méritos. ¿Cuántas veces me he descubierto haciendo el mal que no quiero en lugar del bien que deseo? ¿Cuántas veces me rebelo contra mi propia pequeñez en lugar de disfrutar de ser criatura en manos de Dios? Y es que, a pesar de desear con todo mi corazón dejar que Dios sea el centro de mi vida, a pesar de querer profundamente colaborar con Él en su proyecto salvífico, descubro en mi corazón una herida originaria que no acepta ser criatura y pretende ser señor. No es una cuestión de querer porque aunque quiero, no puedo solo.
La experiencia también nos muestra que ser «criatura herida» no es la última palabra. Querer no es poder, pero querer me hace ponerme en camino. Porque reconocerme incapaz me permite abajarme un poquito dejar espacio para que actúe Dios, para que la gracia baste ahí donde el aguijón de mi pequeñez se clava con más fuerza. Quiero seguir a Cristo, quiero vivir el Reino, quiero colaborar en la historia de salvación… y aunque solo no pueda hacerlo sé que Dios trabajo día y noche para llevar a término su obra. Querer no es poder, querer es ponerse en camino confiando plenamente en Aquel que me ayuda a seguir caminando.