El papa Francisco ha dicho que la sinodalidad es el estilo de la Iglesia para el siglo XXI. Pero, ¿qué es la sinodalidad? La palabra sinodalidad deriva de la palabra sínodo, pero tampoco es claro qué significa sínodo.
«Sínodo» proviene del griego y significa camino conjunto, es decir, reúne dos dimensiones, una comunitaria (conjunto, comunidad) y otra dinámica (camino, en marcha).
Cuando Francisco lo aplica a la Iglesia, quiere decir que la Iglesia es una comunidad que peregrina conjuntamente hacia el Reino de Dios.
Esta idea no ha sido invención de Francisco, sino que recupera la tradición de la Iglesia primitiva que vivía como comunidad de cristianos unidos en comunión por el Espíritu y que seguían el camino de Jesús hacia del Reino de Dios (ver, por ejemplo, Hechos de los Apóstoles 15). Por esto decían que sínodo era una definición de la Iglesia.
Esta idea de Iglesia como sínodo, vigente al comienzo de la Iglesia, la recuperó el Concilio Vaticano II que definió la Iglesia como el «Pueblo de Dios» formado por los bautizados que han recibido el don del Espíritu y peregrinan hacia el Reino de Dios.
Esto significa que lo que poseemos en común todos los cristianos (el don de Espíritu recibido en el bautismo), es más importante que las diferentes vocaciones de los pastores, los seglares y la vida religiosa: diferencias que no se eliminan, sino que se ponen en diálogo y comunión. Todos tenemos el derecho a hablar y escucharnos para discernir lo mejor para la Iglesia, desde nuestra propia experiencia y vocación.
La Iglesia no es una pirámide, sino una comunidad, donde cada cristiano cumple su misión, como pastor, seglar o vida religiosa. No ha de haber una elite cultural, espiritual o clerical que domine desde arriba, sino que todos participamos de la misma fe y del don del Espíritu. Así pues, aquello que nos afecta a todos, está llamado a ser dialogado por todos.
Y todo ello de formar abierta y dinámica, pues la Iglesia sinodal es un Pueblo en marcha que ha de anunciar el evangelio de Jesús a todas las naciones, y responder a los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de la humanidad de hoy. Esta es la sinodalidad que el papa Francisco propone para la Iglesia del siglo XXI.