Si me paro a pensar en lo vivido este último año, lo primero que me viene a la cabeza es cómo el Covid ha traído mucho dolor a tantas personas. Nuestras vidas han cambiado radicalmente, el dolor y el sufrimiento de gente cercana está mucho más presente en cada una de nuestras vidas. Si tengo que destacar algo de este último año, me quedo con la posibilidad que he tenido de descubrir la importancia y el valor de la oración en mi vida.

Tengo la suerte de tener una vida muy plena, una familia y unos amigos estupendos con los que disfruto compartiendo el poco tiempo libre que tengo, un trabajo que me apasiona, me encanta cuidar a quienes me rodean, escucharles y dedicarles tiempo de ‘calidad’. Este año, todo esto se ha hecho mucho más difícil. Sin embargo, este año he aprendido que hay ocasiones en que lo único que podía hacer para ayudar y acompañar a mi familia, amigos, y a toda la gente que me rodea, era rezar. Hay momentos y realidades en la vida, en que sólo podemos rezar, y la pandemia está siendo uno de ellos.

Por eso de este último año me quedaría con todas las oportunidades que he tenido para rezar por los demás, no los he podido acompañar personalmente, ni ayudar con cosas mas materiales, ni siquiera les he podido ver, ni compartir mi tiempo con ellos, pero aún así me quedo con: la oportunidad de haber podido rezar por mi hermana cuando nació mi sobrina Teresa en pleno confinamiento; por mi tía Lita que está enferma de alzhéimer y pudo superar el virus; por mi primo Javier que estando muy enfermo, supero también el virus y ya está en casa; y por mi tío Manolo que cumplía felizmente 80 años, aunque no pudimos apagar la tarta juntos; por mi padre, por mi madre, por mi hermano, y por todas las personas que aparecían en el grupo para rezar juntos estos días, por Pilar, Juan, Carmen, Nacho, José María…

Estos meses y rezar por tantas personas me han acercado más a Dios, porque la oración y el silencio han estado más presentes en mi vida. La oración es el mejor camino para salir de nosotros mismos y atender las necesidades de los otros. Y este año había muchas personas con muchas necesidades por las que he podido rezar, aunque no haya podido verlas, ni estar con ellas.

Personalmente me sale darle gracias a Dios por haberme ayudado a tener más presentes a los demás en mi oración y quiero pedirle también que me ayude a mantener esta oración en mi vida. Porque cuando parece que no puedes hacer nada, cuando «el mundo» te empuja a tirar la toalla y caer en la desesperanza, recuerda que siempre nos queda confiar en Dios, rezar y dejar que su esperanza entre en nuestra vida y en la de todos los que nos rodean.

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