Cuando escribo esto aún no sé quién eres. Cuando otros lo lean, sí lo sabrán.

No tengo ni idea, ni apuestas, ni favoritos. Es verdad que es difícil abstenerse de la fiebre de perfiles, pronósticos y amenazas que nos rodean, pero es tan absurdo pretender que lo sabemos cuando ahora mismo solo Dios lo sabe…

Cuando esto se publique ya habrá en todos los noticiarios, periódicos y webs -incluso acompañando este post- imágenes que son al tiempo antiguas y nuevas. Un balcón, una cruz, un cardenal que anuncia “Habemus Papam”. Una plaza abarrotada. Gritos. Gestos. Una figura amable -tú- ante la multitud. Un nombre (como aún no sé qué nombre has elegido… ahora podría especular con el significado de tomar uno u otro, pero no dejaría de ser especulación gratuita. Intentar entrar en la mente y los motivos de alguien cuando tantas pueden ser las razones para una u otra opción es otro ejercicio de palabrería).

Ya deben estar corriendo los perfiles por las redes.  Imagino a infinidad de comunicadores buscando tus declaraciones, yendo a tu escuela, llamando a tus familiares, hurgando en tu pasado… (menos mal que cuando tú eras joven aún no había redes sociales; quien sea elegido dentro de dos o tres pontificados lo va a tener más complicado, en este mundo que todo lo guarda y tanto lo interpreta con veneno y puñal).  Por supuesto, va a haber de todo. Si eres del gusto de “unos”, los “otros” dirán que es el caos, la hecatombe, el final. Y viceversa. O quizás no. Con un poco de suerte, una vez terminado el cónclave, ya tanto profeta decidirá callar. Y elegirá escuchar. Eso deberemos hacer todos.

Pero seas quien seas, y antes de callarme, me gustaría expresar, si es posible, algunos anhelos que tengo para esta etapa que comienza. Es como mi oración, convertida en plegaria por ti. Como tantas otras que se elevan ahora a Dios, desde el mundo entero, desde cualquier lugar en el que tantos te vemos, solitario, en ese balcón:  Que mientras tantos te miran a ti, tú apuntes, con tu vida, tus palabras y tus gestos, a Cristo. Si esto es así, lo demás vendrá solo. Que no te dejes encasillar por nadie. La Iglesia no necesita cabecillas, sino hacedores de puentes (pontífices), que bastante divido anda el patio ya. Que cuentes a la gente, y especialmente a tanta gente sola, herida, fracasada, abatida, que Dios es amor. Amor primero, incondicional, generoso y gratuito. No a los supuestamente perfectos, sino a todos. Que nos ayudes a no perder la esperanza. Y que, con tu manera de ser pastor, nos ayudes a ser una Iglesia católica, es decir, de todos.

Mucho ánimo. Una oración. Y que Dios te bendiga.  

Te puede interesar

PastoralSJ
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.