Nacimiento

Sinopsis

1845. En medio de la oscuridad, se enciende la llama de la esperanza. El joven kim Dae-Geon recibe la llamada de la vocación tras conocer el ejemplo de un sacerdote francés. Lleno de curiosidad y acción, viaja junto a sus compañeros de seminario Choi Yang-eop y Choi Bang-je a Macao para formarse y convertirse en el primer sacerdote y mártir de la historia de Corea del Sur. En una época en la que las invasiones extranjeras persisten dentro y fuera del país y la Guerra del Opio no ha terminado, Kim Dae-geon navega por tierras y mares, finalmente abriendo el camino de la fe de Joseon.

¿Por qué ver "Nacimiento"?

«Tenemos una nube tan ingente de testigos» (Heb 12, 1) que nos inspiran cómo ser seguidores de Jesús hoy. Conocer la vida de nuestros santos es siempre un buen aprendizaje del cual sólo podremos sacar provecho espiritual, devocional y humano. Primer sacerdote coreano, cartógrafo, traductor, mártir… ¡una vida interesantísima!
No hace tanto tiempo que estos santos fueron martirizados. Tan sólo en el siglo XIX. Hasta ese momento los cristianos que había en la isla o no conocían sacerdotes o los que conocían eran extranjeros. Caer en la cuenta de la suerte que tenemos de conocer y tener sacerdotes cerca de nosotros no implica que eso sea lo normal. Son muchos los fieles del Pueblo de Dios que está hoy en situaciones similares a las que vivían los coreanos que retrata la película.

Para pensar

Los ignacianos hemos rezado y pedido en los Ejercicios Espirituales «oprobios y menosprecios» para parecernos más a Cristo. Cada Cuaresma hacemos ese camino de seguimiento de Cristo quebrantado para entrar mejor en la celebración tan extraordinaria de la Resurrección. Andrés en la película experimenta que son sus propios compatriotas quienes le repudiarán, pero también quienes le pedirán que sea fiel a la vocación.
¿Cómo escuchar la voluntad de Dios cuando «los tuyos» te dicen una cosa y la contraria? Se trata por tanto de tratar de discernirla y encontrar el Camino que lleva a la Verdad y la Vida.

Por Nubar Hamparzoumian, sj