- Adentrarse en un monasterio de vida contemplativa siempre es una actividad de riesgo para cualquier cineasta: la quietud, el silencio, la introspección, la contemplación que son actitudes inherentes a la vida monástica están en las antípodas del ritmo narrativo frenético, del montaje vertiginoso y la acción desenfrenada que domina el cine actual.
- El director, Santos Blanco, le da la palabra a los propios monjes y monjas para que sean ellos los que conduzcan al espectador en un viaje apasionante alrededor de las clausuras pero sin renunciar a cierto efectismo en las escenas de naturaleza y paisaje que salpican la obra, subrayado con una más que apreciable banda sonora original.
- Se ha renunciado en parte a la poesía visual para establecer un relato a muchas voces, aunque se resienta el hilo conductor. El arranque, por ejemplo, con alguien con cogulla blanca que se adentra en el mar, es claramente deudor de la película holandesa La isla de los monjes que narra el desgarro de abandonar una abadía cisterciense con siglos de historia por una nueva fundación en una isla remota de los Países Bajos.
- Aquí se ha eliminado toda tensión dramática. La única progresión narrativa tiene que ver con la profundidad y el calado de los temas sobre los que hablan los monjes y las monjas.
- También hay momentos muy tiernos, como esa divertida escena de la monja anciana preguntando cuándo se va a morir que acaba contagiando su risotada franca y despreocupada (la libertad de los hijos de Dios ante la propia muerte) al patio de butacas.
- El clímax está hábilmente colocado al final del metraje, cuando el monje italiano del yermo camaldulense de Herrera casi cita a don Quijote señalando que la libertad es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos. Quizá encerrar esa libertad a la que alude para responder a la llamada de la vocación monástica en una película de 108 minutos con tantas voces sea un empeño quijotesco. Pero merece mucho la pena.
Sinopsis
Un mediometraje documental que presenta la vida en una docena de monasterios de clausura españoles a través de entrevistas con los propios religiosos. Una película coral estructurada en tres partes (camino, verdad y vida) que quiere dar a conocer la riqueza de la vida contemplativa y su espiritualidad, a priori, tan a contracorriente de la realidad contemporánea.
¿Por qué ver "Libres"?
Para pensar
1. Lo que cuentan los monjes y las monjas que participan en el mediometraje suena tan distinto… En nuestro mundo “superacelerado” resulta casi subversivo interrogarse acerca del sentido de la propia existencia, pararse y meditar en torno a la muerte y la vida eterna. Eso es lo que hacen los protagonistas de ‘Libres’. Aunque no haya protagonistas. O no se le quiera dar ese nombre. Porque se trata de un documental coral. Con muchas voces, quizá por momentos con demasiadas voces.
2. El espectador va afinando el oído a medida que escucha las intervenciones de unos y de otros. Del asombro de ciertos relatos vocacionales -tan proféticos- se pasa a la emoción con la hermana Garbiñe, novicia de edad provecta diagnosticada de cáncer metastásico y que no ha llegado a ver el estreno por lo que se le dedica la cinta a su memoria.
3. Para muchos espectadores será todo un descubrimiento que detrás de esos esforzados ascetas late el corazón de un hijo salvado de la atmósfera demoníaca por la oración de una madre, una viuda con cinco hijos que decide entrar en religión o un pintor bon vivant que acaba de eremita.
4. En fin, una muy estimable película que indaga en las entretelas del hecho religioso y abre un mundo cerrado sobre sí mismo -hortus conclusus- a la observación del espectador. Quizá peque de acarrear demasiado material de primera categoría que hubiera dado para montar varias películas.