Vaya por delante una aclaración. Probablemente no es una película del agrado de todo el mundo. Hay quien la disfrutará, y quien la odiará. Lo que para unos será sublime, para otros será pretencioso. Tiene bastantes escenas muy provocadoras. Y quizás le sobra algo de metraje. Y, sin embargo, como película para dialogar, discutir e interpretar, está llena de posibilidades. Y de esto se trata.
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Porque está clara su voluntad de ofrecer una parábola de un mundo decadente, y, aunque sea esquemáticamente, lo consigue.
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Porque es un gran ejemplo de cine coral. La mayoría de los actores consiguen crear, con sus personajes, arquetipos reconocibles de nuestra sociedad. El individualismo de quien lucha por ascender en la escala social pero se enfrenta con los límites de dicha escala (Tom Hiddleston como el doctor Laing). La obcecación y ceguera de los grandes megalómanos (Jeremy Irons como Anthony Royal). La rabia al tiempo lúcida y violenta de quien se ve excluido de un sistema (Luke Evans como Richard Wilder); la fatuidad e indiferencia de los poderosos, que solo quieren servirse de los otros (terrible James Purefoy como Pangbourne), y la utilización de las mujeres (Sienna Miller como Charlotte Melville y Elisabeth Moss como Helen Wilder)
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Por la fantástica banda sonora de Clint Mansell. Especialmente llamativa es la versión postmoderna que se hace del “clásico” de Abba SOS. Desasosegante, triste y demoledora en su visión de la sociedad contemporánea.