Sed buenos

Sed buenos: buenos en vuestro rostro,

que deberá ser distendido,sereno y sonriente;

buenos en vuestra mirada,

una mirada que primero sorprende y luego atrae.

Sed buenos en vuestra forma de escuchar:

de este modo experimentaréis, una y otra vez,

la paciencia, el amor, la atención

y la aceptación de eventuales llamadas.

Sed buenos en vuestras manos:

manos que dan, que ayudan,

que enjugan las lágrimas,

que estrechan la mano del pobre y del enfermo

para infundir valor, que abrazan al adversario

y le inducen al acuerdo,

que escriben una hermosa carta a quien sufre,

sobre todo si sufre por nuestra culpa;

manos que saben pedir con humildad para uno mismo

y para quienes lo necesitan,

que saben servir a los enfermos,

que saben hacer los trabajos más humildes.

Sed buenos en el hablar y en el juzgar:

Sed buenos, si sois jóvenes, con los ancianos;

y, si sois ancianos, sed buenos con los jóvenes.

Sed contemplativos en la acción:

mirando a Jesús –para ser imagen

de Él– sed, en este mundo y en esta Iglesia,

contemplativos en la acción;

transformad vuestra actividad ministerial

en un medio de unión con Dios.

Sed santos: el santo encuentra mil formas, aun revolucionarias,

para llegar a tiempo allá donde la necesidad es urgente.

El santo es audaz, ingenioso y moderno;

el santo no espera a que vengan de lo alto

las disposiciones y las innovaciones;

el santo supera los obstáculos y, si es necesario,

quema las viejas estructuras superándolas…

Pero siempre con el amor de Dios

y en la absoluta fidelidad a la Iglesia

a la que servimos humildemente

porque la amamos apasionadamente.

 

(de un retiro a sacerdotes en Cagliari, 11 de marzo de 1976)

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