Que no nos de miedo amarte
en el amigo,
en el pobre
y también en el desconocido.
Que no nos dé miedo comunicarte,
con obras,
y, por supuesto, con palabras,
porque Tú nunca te avergüenzas de nosotros.
Que no nos de miedo hallarte
en el pasado,
en el presente,
y en el futuro que aún está por llegar.
Que no nos de miedo rezarte,
por nosotros,
por otros,
y por lo de más allá.
Que no nos de miedo servirte
en las fronteras del mundo,
en las encrucijadas de nuestra Iglesia,
y en los rincones de nuestra realidad.
Que no nos de miedo seguirte
en las noches más oscuras,
en la claridad del camino
y en las decisiones que nos hagan temblar.
Que no nos de miedo agradecerte
Por lo que somos y lo que seremos
por la fe y el amor que nos regalas,
y por la vida y la familia que Tú nos das.