Porque vives deprisa
porque tienes fronteras
porque pones condiciones
porque sospechas de Dios
porque aborreces el riesgo
porque ignoras a los demás
porque huyes del silencio
porque prefieres tener a ser
porque pactas con el confort
porque tienes miedo al compromiso
porque desiertas los caminos que suben
porque regateas con tu juventud
porque hablas más que haces
porque olvidas que eres nómada
porque no te das a lo difícil.
No sabrás ni hoy ni nunca,
por más que lo intentes,
por mucho que quieras,
para qué vale la vida,
para qué sirve el corazón;
no sabrás, de verdad,
ni el sabor de la paz,
ni el precio de la alegría,
ni el sentido de las lágrimas,
ni el misterio de las cosas,
ni el gusto de la vida,
ni el encanto de la amistad,
ni el valor del silencio,
ni el milagro del amor.
Te pasarás la vida, ¡triste vida!,
improvisando, corriendo, hambreando, huyendo de ti,
lejano, desterrado, de visita, de sobra, ridículo,
fracasado, esclavo, aburrido, desarraigado,
vacío, inútil, viejo…
con la vida tristemente vacía,
inmensamente sin sentido.
Pero…
SI la obra de tu vida puedes ver destrozada
y sin perder palabra, volverla a comenzar,
o perder en un día la ganancia de ciento
sin un gesto o un suspiro.
SI puedes ser amante y no estar loco de amor,
si consigues ser fuerte sin dejar de ser tierno
y sintiéndote odiado, sin odiar a tu vez,
luchar y defenderte.
SI puedes soportar que hablen mal de ti
los pícaros, los que pretenden enfadarte,
y oír como sus lenguas falaces te calumnian,
sin tú caer en la trampa y hacer lo mismo.
SI puedes seguir digno aunque seas popular,
si consigues ser pueblo y dar consejo a los reyes,
si a todos tus amigos amas como un hermano,
sin que ninguno te absorba.
SI sabes observar, meditar, conocer,
sin llegar a ser nunca destructor o escéptico;
soñar, mas no dejar que el sueño te domine;
pensar, sin ser sólo un pensador.
SI puedes ser severo sin llegar a la cólera,
si puedes ser audaz, sin pecar de imprudente,
si consigues ser bueno y lograr ser un sabio,
sin ser soberbio ni pedante.
SI alcanzas el triunfo después de la derrota,
y acoges con igual calma esas dos mentiras.
Si puedes conservar tu valor, tu cabeza tranquila,
cuando otros a tu alrededor la pierden.
Entonces los reyes, los dioses,
la suerte y la victoria,
serán ya para siempre tus sumisos esclavos,
y lo que vale más que la gloria y los reyes:
serás hombre, hijo mío.