Necesito
tu presencia, un tú inagotable y encarnado
que llena toda mi existencia,
y tu ausencia, que purifica mis encuentros
de toda fibra posesiva.
Necesito
el saber de ti que da consistencia
a mi persona y mis proyectos,
y el no saber que abre mi vida
a tu novedad y a toda diferencia.
Necesito
el día claro en el que brillan los colores
y se definen los linderos del camino,
y la noche oscura en la que se afinan
mis sentimientos y mis sentidos.
Necesito
la palabra en la que te dices y me digo
sin acabar nunca de decirnos,
y el silencio en el que descansa
mi misterio en tu misterio.
Necesito
el gozo que participa de tu alegría,
última verdad tuya y del mundo,
y el dolor, comunión con tu dolor universal,
origen de la compasión y la ternura.