Rey nuestro y rey del mundo,
del día y de la noche,
de lo que conocemos,
y de lo que no alcanzamos a intuir.
Rey eterno en el tiempo,
y en el espacio,
sosteniendo cada segundo,
para hacer posible el verbo existir.
Rey de la vida,
y de la muerte,
teniendo siempre una palabra de esperanza,
cuando otros no saben qué decir.
Rey de los pobres y de los creyentes
y de los que te rechazan,
de los que aún no te conocen,
y de los que están por venir.
Rey de un Reino distinto,
con el Evangelio como arma y la fe como estandarte,
con la paz y la justicia como leyes,
y la fraternidad y la misericordia como fiel reflejo de ti.
Rey sin espadas ni armaduras,
con los brazos siempre abiertos,
y la pobreza como lujo,
para en todo amar y servir.
Cristo, Rey del universo,
Pastor y Padre de todos,
guíanos a través de la Historia,
para que juntos, como Iglesia, te podamos seguir.