¡Alégrate, María,
madre y hermana mía!
Enséñame:
A creer sin certezas.
A esperar con paciencia.
A amar sin poseer.
Que mi vida entera
sea un constante “sí”
un continuo “hágase”
una oración atenta,
para que como en ti
ahora también en mí
el Verbo se encarne
en mis entrañas.
Amén