Una promesa que venía de antiguo. Esperada con ilusión y misterio. Anhelada como se anhelan las mejores noticias. Una promesa de vida, de justicia, de cercanía, de proyecto y verdad. Todo eso se cumplió en la primera Navidad. Y sigue cumpliéndose, allá donde acogemos la Palabra hecha carne y acampanado entre nosotros. Una promesa, un niño. Una esperanza.