Vino Dios y comprometió nuestra existencia, se vistió de paja y barro, se acunó entre dos esteras.
Vino Dios y asombró a los corazones y corrieron presurosos a adorarle los pastores.
Vino Dios y enamoró a su sierva madre, y dejó que entre sus brazos se escondieran sus rumores.
Vino Dios, desde tan lejos vino, que pide reposar la paz después del largo camino.
Pobre, frágil, niño, hombre, Dios errante en tierra extraña.
Así vino y viene susurrando nuestro nombre.