A veces vivir el evangelio es como una danza, llena de delicadeza, de atención, de fuerza, de comunicación… Y eso implica cuidado. Cuidar los detalles, pero, sobre todo, cuidar a las personas. Dejarse cuidar por Dios y ser cauce de esa misma preocupación. Tener cuidado, pero sin miedo, confiados en quien nos impulsa a crecer, a romper barreras, a vivir… …