Hay momentos en que es muy necesario detenerse en las verdades más hondas. Esas que fundamentan quiénes somos. Las que dan sentido a las horas de luz y a las de sombra. Las que te empujan cuando vives apasionado y te animan cuando te pesa el presente. Entre ellas está una verdad primera e incontestable: Dios nos ama, tal y como somos; sin condiciones, sin requisitos, sin que tengamos que ganarnos ese amor. Y todo lo demás, por nuestra parte, solo puede ser en respuesta a esa verdad. Es tiempo de escuchar a Dios que me dice: «No temas, que yo estoy contigo».