¿Cómo afrontar la víspera de algo bueno? Cuando el día grande es mañana. Cuando algo que anhelamos aún no llega. cuando una fecha marcada en el calendario desde hace tiempo se va acercando… y ya casi, pero aún no. Hay muchas vigilias cargadas de ilusión. La víspera de un cumpleaños, salvo para quienes ya se agobian con los años, tiene algo de anticipación. La víspera de un día grande –supongamos una boda– todo son nervios, últimos preparativos, ganas… La víspera de un viaje, si toca madrugar, la preocupación, el equipaje, poner la alarma, asegurar llegar a tiempo a la estación… ¿Quién no vivía, de pequeño, la víspera de Reyes con un nudo en el estómago de ilusión y ganas? ¿Y qué decir de momentos especiales de la vida? Imagina que mañana es el día que te vas a declarar, que quieres pedir a tu pareja que se case contigo. ¿Cuántas veces imaginarás el momento? Es un privilegio, algo profundamente humano, este poder anticipar lo bueno que viene.

También hay vísperas más impredecibles. Cuando algo está por llegar –pero no sabes exactamente cuándo–. ¿Mañana? ¿Pasado? ¿Un día de estos? Me gusta pensar en aquella noche anterior al nacimiento como una de esas vísperas de lo imprevisto. Seguro que María y José sabían que el niño estaba por llegar, pero, ¿sería mañana? ¿pasado? En aquellas épocas no había partos programados. Seguro que Herodes, en su palacio, estaba asustado por los signos del cielo, sin saber bien a dónde apuntaban. Que los magos de Oriente esperaban que la estrella terminase al fin deteniéndose en su destino. Seguro que un pastor, en la noche, lamentaba su soledad y su tristeza, deseando que «algún día» las cosas cambiasen. Pero no terminaban de cambiar. Si él supiese que sería ya mañana… qué feliz dormiría. Es bonito el poder desear, aun sin tener claro cuándo se cumplirán las promesas. Hay también algo profundamente humano en este poder desear sin controlar el cómo y el cuándo. Y a eso le llamamos esperanza.

Pues bien, hoy es 23 de diciembre. Y confluyen, para nosotros, el saber y el no saber, el planear y el ignorar, el deseo, la promesa y la esperanza. Sabemos que mañana es Nochebuena. Probablemente, para muchos, diferente a otras. Por las circunstancias. Pero también sabemos que la promesa de Dios se cumple. No hay pandemias que lo paren. No hay distancias que no pueda salvar su amor. No hay miedos que no aquiete con su canto de paz. La Buena Noticia de que Dios no nos abandona sigue siendo real. Pero, ¿lo viviremos? ¿Oiremos su llanto? ¿Saldremos a su encuentro en el pesebre o nos quedaremos cómodamente en la ciudad? ¿Seremos de los que lo adoran o de los que lo ignoran?

Quizás sea hoy una víspera de esas en que podemos imaginar, anticipar, y hasta planear un poco cómo recibirle, cómo hacerle hueco en nuestra vida, cómo convertirlo, una vez más, en el Dios-con-nosotros. Sería bonito que esta sea una víspera ilusionante. Que no pase sin más. Que no la vivamos con rutina, prisas y abstraídos. Que el mañana lo empecemos a anticipar, desear y esperar ya hoy. Con la ilusión de las cosas grandes de la vida. Ojalá nos llegues mañana.

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