Se trata de un auténtico jaleo en el que todo el mundo parece ir a la suya. Unos buscan comer y beber hasta hartarse, otros divertirse de distintos modos, hay que está trabajando o quien aprovecha para hacer de las suyas. Y, en medio de todo esto, como si de un juego de buscar a Wally se tratara, el observador más atento descubre a Jesús y a la Virgen, así como al mayordomo y los criados de los que habla San Juan en su Evangelio. En el fondo, este cuadro es además de un reflejo de la narración evangélica, una metáfora de nuestro mundo y de nuestra vida. Porque ¿no pasa hoy también que todo el mundo parece ir a su bola y no acaban (o no acabamos) de descubrir la presencia divina derrochando su bendición en medio de nuestro mundo de un modo discreto?
