Esto me ha dicho bastante gente a lo largo de estos días. Que envidiaban mi suerte, por estar en este contexto, viviendo la Navidad en Haití, que seguro que era «más auténtica». A mí me ha dado para pensar, y mucho que rezar…
Y te propongo una imagen. En la iglesia de aquí también ponen un nacimiento. Lo monta Tipal, –que es un señor de más de doscientos años–, por lo que va muy poquito a poco.
Empieza por la estructura del establo, grande, hecha en madera. Alrededor va poniendo corcho, y en el suelo del establo virutas también de madera. A está primera parte dedica bastante tiempo, y puede estar varios días así. Es sencillo, austero y bello.
Después aparecen las figuras, clásicas: María arrodillada mirando el pesebre, José apoyado sobre su bastón. Y un buen día, llegas a la iglesia, y eso que era «auténtico», está saturado por centenares de bombillas que cambian de color: rojo-azul, rojo-verde. Hay muchísimo espumillón, incluso un cartelito de letras doradas con un «Happy Christmas». Y parece más un bar de carretera, que un portal de Belén. Y es más… superando el dolor en los ojos que me produce mirar aquello (¿exagerada yo?), me acerco y descubro que no hay niño, que Jesús, no está (y es que sólo lo ponen para las misas importantes porque por lo visto hay tendencia a que «desaparezca»).
¿Navidad auténtica? Creo que todos tenemos que hacer un poco de esfuerzo para conectar con el SENTIDO, la hondura, que este tiempo nos regala. Quizás, al vivir con aquellos que se encuentran en los márgenes, a los que se anuncia primero la Salvación (o están más receptivos); puede que me entere de sus cantos de GLORIA y me contagie de saber que Dios sigue salvando en ese niño.
Pero su venida es Epifanía, y a todos se nos anuncia la Buena Noticia…
Tengo la esperanza que cuando empiece la recogida de los adornos, quiten tantas luces que distraen y vuelva a quedarme con esa imagen de un Dios que se arriesga a tomar nuestra condición POR AMOR.
¿No es eso «lo auténtico»…?