Te invito a bailar. Pero no me pises, ¿eh? Porque nuestra falta de destreza a veces puede hacer que pisemos al otro, a la otra. O que cada cual pegue el giro hacia el lado contrario.
Cuidarnos es como echar un baile sin pisar a nadie. Porque pide acompasar el ritmo de mi pareja, tratar de ir a la vez. Nuestros cuerpos e intenciones se complementan en movimiento porque sabemos mirarnos, estamos atentos, nos intuimos, vemos por dónde movernos. Es probable que previamente hayamos ensayado y de este modo nos vamos conociendo y detectando qué necesita cada persona.
Los cuidados entre personas generan todo un movimiento vital por el cual nos organizamos y complementamos unos con otros. Por eso, habrá momentos en que alguien tiene que tomar la iniciativa del baile y otros en que la vulnerabilidad nos lleve a pedir ayuda (como cuando no bailas muy bien).
Para querernos debemos aprender a bailar al son del cuidado mutuo. Así seguro que no nos vamos a pisar y disfrutaremos lo maravillosa que puede resultar la vida bailando juntos.
¡Bueno, qué! ¿Bailamos?
Quiero que toques mis cicatrices.
Quiero que me veas tropezar.
Quiero que escuches mis imposibles,
y que te diga: “hoy no puedo más”.
Tengo heridas que siguen abiertas,
con tu abrazo las podré sanar.
No me gusta que los demás vean
miedo, orgullo y fragilidad.
Quiero ser la sal, quiero ser tu luz,
quiero cuidarte, que me cuides tú.
Querer es cuidar,
déjame demostrártelo al bailar.
Querer es cuidar,
dame la mano, sigue el ritmo al compás.
Yo quiero sentir tus cicatrices;
si tú me dejas, te puedo levantar.
Decirte que hoy todo el posible,
“sí que puedes”, te lo voy a mostrar.
Quiero ser la sal, quiero ser tu luz,
quiero cuidarte, que me cuides tú.
Querer es cuidar,
déjame demostrártelo al bailar.
Querer es cuidar,
dame la mano, sigue el ritmo al compás.