«Difama, que algo queda». No sé en otras zonas, pero en España (sólo hay que darse una vuelta por las redes) tenemos la costumbre, más generalizada de lo recomendable, de dar validez a criterios ajenos, a historias que se cuentan en todas las direcciones posibles, sin tomarnos la molestia de comprobar cuánto de verdad encierran. Llevado al terreno personal, cuando decidimos dar rienda suelta a la difusión (me lo ha dicho Nosécuántos, que es de fiar…), no medimos cuánto daño puede hacer extender comentarios no siempre ciertos, situaciones que no siempre se han producido (o no exactamente como las contamos o nos las cuentan), aun cuando nuestra intención sea… digamos cándida… En nuestra mano está poner el límite a lo que entra… y lo que dejamos salir.
Kevin Johansen + The Nada (Mis Américas, Vol.1/2)
La Bach-Chata (Habladurías), del maestro Kevin Joe Handsome, constituye una interesante aproximación al tema de la Maledicencia. Según los autores clásicos, la Maledicencia es la «Ciencia de la Maldad». Pero, una editorial que edita malos libros (mal los libros), ¿no comete acaso mal edicencia?
Además, los filósofos pícaros en contra de los estoicos, la llaman mala decencia. Ellos pretenden inculcarnos que la decencia es mala. Y qué decir de los maestros que calumnian a sus alumnos, la mala docencia. Los alumnos deberían unirse para limpiar su buen nombre y honor. El alumnado calumniado, encolumnado en el sindicato de Alumnado, Barrido y Limpieza.
Te hablaron mal de mí y les creíste,
te hablaron mal, y sí, quizás perdiste
la oportunidad de conocerme,
la posibilidad quizá, de sorprenderte.
Me hablaron mal de ti y tuve dudas,
me hablaron mal, y sí,
¿Quién me asegura que no sea verdad lo que me cuentan?
Si no es la realidad o sin la inventan.
No les creas, no,
la gente es mala y comenta,
no les creas, no les creas,
los envidiosos fomentan…
La infelicidad los inhabilita,
y la infelicidad (a-ja-ja-ja) los imposibilita.
Hay muchos que hablan mal de los demás,
pero hay otros que hablan mal porque hablan mal.
Porque no saben hablar. En vez de facilidad de palabra tienen
dificultad de palabra. O tienen problemas de dicción.
Por ejemplo, quieren decir «introspección autocrítica»
y les sale «yo no fui».
Te hablaron mal de mí y vos entraste,
te hablaron mal, y sí, quizás compraste.
Quizás te faltó un poco de sabiduría,
y le diste lugar (a-a-a-a) a las habladurías.
Pero no podrán tapar este sol con las manos,
pero no podrán, podrán no,
tapar este sol con las manos.
Y miente, miente, miente que algo quedará.
Y dicen miente, miente, miente, que algo quedará.
No hay ciego peor que el que no oye,
que el que sólo lee su «diario de Yrigoyen».
No faltará el que diga que lo que estoy haciendo es
hablar mal de los que hablan mal.
No importa, en ese caso me corresponden
cien años de perdón.
Debemos resignarnos y aceptar la Maledicencia.
Hay algunos que no pueden vivir sin calumniar.
La calumnia los sostiene, los estructura,
es su calumnia vertebral.