Esto es algo propio de mucha gente. ¿Quién no quiere un mundo mejor? Un espacio donde haya paz, donde haya menos sufrimiento y donde la vida sea un poco más justa, sobre todo vaya un poco mejor, especialmente para los que más sufren. Algunos intentamos dedicar nuestra vida a ello, y otros buena parte de su vida profesional y personal, renunciando en muchos casos a ventajas y comodidades.
Sin embargo, para los cristianos -y para los pastoralistas y para las instituciones religiosas-, este deseo se nos queda corto, porque la fe va más allá de la ética, y Jesús predicaba la llegada del Reino. Un mundo mejor, sí, pero no de cualquier manera, porque el Reino es mucho más que construir un mundo mejor. Es al estilo de Jesús, porque no valen solo los buenos deseos. En el Reino de Dios hay paz, justicia y menos dolor, pero también hay fe, sentido, amor, esperanza y resurrección, donde Dios Padre nos hace a todos hermanos.
En la diferencia está el significado, y a veces los cristianos, con buena voluntad, intercambiamos el uno por el otro, y sin querer podemos quedarnos cortos en nuestras palabras. Otras veces en cambio, nos da vergüenza o no queremos “abrumar” al que no cree. Pero en el fondo está presente la misma intuición, no dejemos de ser ambiciosos -que no avariciosos- a lo hora de transmitir y luchar por aquello no mueve, que es la causa más justa y noble de todas, la causa del Reino de Dios.