Rosalía es una artista por los cuatro costados. Sus campañas de publicidad son casi tan obras de arte como su música. Canta. Baila. Hace arte con su voz y con su cuerpo. Esta vez nos ha sorprendido entre otras cosas con su nuevo «look» de monja. De repente, se puede hablar de la fe en público. Lo trascendente no es cosa de risa, vuelve a estar en circulación. Parte de la sorpresa es el contraste entre «Lux» y «Motomami». La portada de “Motomami” es un cuerpo sin rostro. En la portada de «Lux» el cuerpo queda tapado, y sólo se ve el rostro.
La imagen de “Motomami” no deja de ser un símbolo de gran parte de la cultura actual, de la publicidad, y la industria musical: el cuerpo usado como reclamo, donde el rostro, la persona, interesa poco. En este mundo polarizado, en que nos hemos acostumbrado a no juntar ciertas cosas para que no salten chispas, a veces la fe parece haber llegado a un pacto de no agresión con el entorno. Cuando se habla del cuerpo, no se habla de lo cristiano, y cuando se habla de lo cristiano, no se habla del cuerpo.
Sin embargo, la fe cristiana se caracteriza por la encarnación. Jesús toma cuerpo para que podamos ver el rostro de Dios. Es una buena noticia que ahora se pueda hablar de la trascendencia, pero queda pendiente saber si hay algo que decir sobre cómo la trascendencia se expresa en el cuerpo. Porque la trascendencia al margen del cuerpo degenera en dualismo o gnosticismo.
Un desafío importante hoy es ver si podemos comunicar al mundo un mensaje integral sobre la persona, desde lo cristiano: si somos capaces de armonizar rostro y cuerpo. Si no, mucho de la fe probablemente quedará en una moda más, una opción estética, otro postureo.
