Hay proyectos que se escuchan y otros que pueden hablarte. LUX, de Rosalía, no suena: arde. Es un descenso al fondo del alma humana, donde el amor, el dolor y la fe se confunden, dejando al ser humano en la paradoja del no saber bien si todo ello es suyo o viene de fuera.
Rosalía habla con Dios fuera del templo, en la carne, en la confusión, en el eco del amor humano, o quizás del desamor. Es el grito del homo capax Dei —el ser capaz de Dios— que descubre que en su propio deseo late la nostalgia de lo divino.
Del paganismo a Cristo, el álbum narra una conversión y una lucha, así como la turbación de los quereres que se entrelazan y se confunden. Un alma que ha dejado partes de ella en cada ciudad, trozos de sí en cuerpos y en noches, y que ahora regresa, ¿arrepentida? Despierta, iluminada.
LUX es una renuncia al mundo en su sentido más radical: no como desprecio a lo creado, sino como repulsa al pensamiento que afirma que la realidad se limita a lo sensible. Multiplica los sentidos —haciéndolos más de cinco— para decir que la Verdad es poliédrica, laberíntica y compleja, pero pura. Es la travesía de quien ha vivido y se experimenta bendecida, pero sigue diciendo: “tengo sed”, y busca el agua a la que aún no se atreve.
No es el sonido de una oración: es el de una fe que se hace arte.
El rezo de una confesión, desnuda, quizá con alarde.
La paz desolada que queda tras el desastre.
Foto: ACN


