El pasado fin de semana estuve limpiando unas piedras de casa de mi suegra con una máquina de presión. El paso del otoño y el invierno las llena de suciedad, moho, musgo, etc.
Es sorprendente cómo los efectos de lo externo van cubriendo la piedra y quitándole su vigor. Por suerte, la fuerza del agua limpia todo lo incrustado y deja la piedra totalmente natural.
A medida que iba haciendo la faena, pensé, que quizás a nosotros también nos puede pasar como a las piedras, que las cosas exteriores como la falta de tiempos para el silencio y la oración, las prisas, el mundo consumista en el que todos participamos, la dedicación a las redes sociales que nos absorbe, el desgaste y las desilusiones de la vida… van tapando poco a poco nuestra esencia.
Quizás es buen momento este final de la primavera para poder liberarnos de todas esas cosas que nos convierten en lo que no somos y ocultan nuestra esencia. Seguro que limpiar nuestra vida con la palabra del Evangelio nos ayudará a vivir desde el interior.