Escrito hace ya doce años, sin embargo, se ha vuelto más actual que nunca. Se trata de un libro provocativo donde los haya. No resulta fácil enfrentarse a todas las barbaridades cometidas por el género humano durante siglos. Pero tal vez solo un libro así pueda despertarnos del letargo y hacernos ver que las cosas no pueden seguir funcionando “al revés” de cómo deberían hacerlo. Se dirá que es exagerado en sus afirmaciones, pero tal vez la historia de la economía mundial sí haya tenido algo de crimen organizado; tal vez los países más defensores de la paz sí siguen siendo los que más armas fabrican y venden; tal vez las industrias más poderosas sí son las que más ensucian nuestro planeta; tal vez la publicidad fomenta el consumo desmedido en lugar de el sostenible; tal vez el dinero y la gente pobre se cruzan por el camino que va del norte al sur y del sur al norte sin encontrarse nunca… Pero no todo es pesimismo, el libro termina invitando al delirio, es decir, a la posibilidad de soñar o imaginar un mundo distinto.
“Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo. Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio, ni pueden comprarlo…Pobres lo que se dice pobres, son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión. Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas. Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos. Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son pobres.”