La historia de Mahmud Traoré es la historia de tantas y tantas personas que en nuestro mundo abandonan su tierra, querida y añorada siempre por más pobre que sea, para encontrar un futuro mejor. Les guía una esperanza de mayor dignidad para ellos y para los suyos, y eso les capacita y les hace resistir todos los atropellos que podamos imaginar: robos, insultos, maltratos, hambre, frío, desesperación, incertidumbre, abandono. Es sobre todo de esto último de los que nos habla el libro en ese largo viaje de tres años que a nuestro protagonista le tocó pasar desde su partida en Guinea Conakry hasta llegar a Sevilla (España). Quizás la esperanza y mensaje del libro, más que en el logro de haber llegado a Occidente está en la narración paralela que el autor nos va haciendo de sus recuerdos de infancia en un mundo y una cultura, mucho más pobre, pero mucho más humana y solidaria que la nuestra.
«En el lugar donde nací, la verdad es que la gente no tiene gran cosa, pero lo poco que tiene es suyo y vive en paz. Desde chico he sido testigo de la solidaridad en mi pueblo. Cuando las cosechas han sido malas o las lluvias han sido demasiado fuertes, algunas familias se veían en situación difícil. Pero la comunidad le ponía remedio… Al ofrecer una parte de la cosecha muestras que eres capaz de compartir y los demás ven que no tienes nada que esconder. Es un signo de armonía y de apoyo, y la garantía de que a ti también se te ayudará si algún día eres tú el que está pasando necesidad» (p. 134).