Unas semanas antes de morir el hermano Roger, fundador de Taizé, le daba a este libro los últimos retoques. A él le gustaba expresar su búsqueda de Dios en forma de cortas meditaciones. Las leía en la oración del mediodía, que reúne a los hermanos de la comunidad y a los cientos de jóvenes que participan todavía hoy en los encuentros de oración. El libro recoge un centenar de ellas. Pequeñas y certeras como saetas. Oraciones de alabanza, súplicas sencillas, expresión de una espera contemplativa que eleva el corazón creyente más allá de dudas y vacilaciones. Con la publicación de estas oraciones el hermano Roger quería invitar a dejar crecer en uno mismo la confianza sencilla de la fe y a descubrir cómo rezar en el silencio del corazón.
“Espíritu Santo, misterio de una presencia, tú nos dices a cada uno: “¿Por qué inquietarte? Solo una cosa es necesaria: un corazón a la escucha para comprender que Dios te ama y siempre te perdona”.