Con sus Memorias el príncipe Yusúpov, quizás sin quererlo, destroza la idea de que la humanidad avanza hacia un progreso en el que cada época es una superación de la anterior, y por lo tanto mejor. Casas con un sistema capaz de inundar el sótano para evitar que un incendio se propague, mujeres llenas de autonomía y papel en la sociedad, relaciones laborales basadas en la estima y la familiaridad sin necesidad de contratos… Todos estos retazos de historias nos abren a una idea de mundo mucho más compleja, en la que los seres humanos compartimos espacio pero no realidad, pues esta es una disposición propia de cada individuo. Esta idea de realidad hace que en el mismo planeta puedan existir muchos universos, el de Yusúpov brilla en esta obra, y lo hace como la luz de aquellas estrellas que aun vemos aunque sabemos que han dejado de existir.
«Esa noche, en nuestro teatro se representó una obra francesa. Se había convenido que, una ver terminada la función , el zar aguardaría al general junto a una ventana del vestíbulo del teatro. Cuando mi abuelo los vio juntos, llamó a mi madre y le dijo: «Mira y recuerda bien lo que ves: estas asistiendo a una entrevista histórica en la que Francia se juega su destino»»: