Dice el autor al final de su novela «Después de haber leído esta novela cada vez que entres en una catedral gótica o en un templo vestido de vidrios, espero que admires sus vidrieras. No es necesario saber mucho de ellas para poder vivirlas. Ojalá las puedas ver cuando la luz del día las esté atravesando: relájate, siéntate en un banco y experimentas las sensaciones que producen. Si eres religioso, sin duda te ayudarán a comunicarte con Dios durante unos minutos; y si no lo eres, déjate transformar por ellas. Quizás inicies un viaje al interior de ti mismo que llene tu corazón de paz o quizás te conduzca a un mundo que no hayas pisado todavía: el de la trascendencia».
Leyendo esta entretenida historia humana de luchas fratricidas, enredos, intereses ocultos… el autor acaba haciendo que surja en ti el deseo de admirar las vidrieras de las iglesias, catedrales y dejarte deslumbrar por su misterio transparente a la luz del que se para a observarlas. Una invitación a disfrutar de la belleza del trabajo humano que habla del misterio de Dios.